sábado, 14 de abril de 2007

Para Joss Whedon, Homero o Pipo Pescador, con todo mi a-mor

Mortal woond – en ingles porque lo que no se ve mata – o porque sería lindo pensar que la enajenación es un arma de doble filo. – Además porque todo esto surgió mirando el último episodio de Buffy Vampire Slayer, ja.

Las heridas mortales implican un final. Como una narración con un final completo, pequeños finales que mueven la historia hacia otra parte o con más fuerza hacia la misma dirección… blah. Sin un final no existiría una narración. Es en realidad el verdadero nacimiento. Si hay un cuento o si podemos contar nuestra historia es porque el final existe, engendra, permite. Gracias al final, podemos inventar que hay un principio. Podemos inventar. El final en muchos casos se asocia con la muerte. La muerte nos define, en el cuento. En una narración, hay heridas de distinto calibre – balas y más enajenación de nombres, o distintas consecuencias. Grandes y pequeñas heridas. Todas son claves para que además de existir, nuestra historia y narración pueda moverse en mysterious ways o no tan misteriosas tal vez. Para que pueda detentar el libre albedrío de algún lugar de ese “sin principio y sin final espacio”, como el esquema de Sassure para el signo lingüístico, la nube de todo lo que no es signo. Para que pueda crear a partir de ese libre albedrío un mundo. Esas heridas crean mundos.
¿Porqué, tantas veces, en “buenas” y “malas” narraciones existen y vuelven a existir “heridas mortales” que implicarían el fin definitivo de un personaje, a veces de la historia, y sin embargo se elige que esa herida rompa la misma lógica directiva de la narración, y el personaje se recupere como si se recuperara de una herida menor? Son esos momentos en los que sentimos: “Vamos! Se fue al carajo!” Y se asocia a una mala narración, o a un facilismo dentro de una buena, a usar cualquier elemento necesario para continuar con la historia requerida con un efecto emocional buscado. A lo largo de las centurias, milenios, antes, ahora, siempre. En una telenovela, en La Iliada, en La Biblia.
Una herida mortal que quiebra sin explicación, todas las reglas que la narración se imponía a sí misma, (de manera más o menos sutil, más o menos discutible) y se recupera en lugar de traer un final. Es la necesidad en toda historia de encontrar su ALMA. No es el narrador, no es el receptor, no es uno o dos o todos. Es la historia. Y puede ser que con algo de música que acompañe la mágica recuperación, o con palabras fuertes y bellas, surja el llanto ingenuo de entusiasmo y esperanza, o alivio. Pero hay otro llanto que es el que fue a buscar la historia y lo trajo. Plasmó lo imposible en su narración: la recuperación de una herida mortal: “la narración sin final ni principio, explotando en un momento”. Un vampiro puede ir a recuperar su alma, si se atreve, una historia puede ir a buscarla.
Si existiese un espejo para las narraciones, la devolución sería claramente y necesariamente un engaño, pero aun así, si la narración tuviese que hablar con ese reflejo, se hablaría a sí misma. Y este otro elemento, es lo que da a una historia PODER. En el espejo estaba el “si misma” y en el “si misma” el engaño. El poder de la historia está en tocar este conocimiento sobre sí, e intercambiar lugares luego: “Dale que yo soy vos y vos sos yo, aunque sea un juego, o duelo?” Esto conlleva una lucha. Fuerte, tal vez una herida mortal que se pueda curar.
La historia tiene su alma, su poder, necesita su MOTIVO. Aquí es dónde no hay respuesta. El motivo es la razón de que una historia no sea de un narrador, ni de una época, ni de un oyente o lector. Todos tratamos de ser otra cosa de lo que somos para encontrar el motivo. Nos colocamos en otro mundo, en otro ser, en otro punto de vista. Y así, pueden surgir infinitas historias más, siendo contadas a la vez. Toda historia pide que el motivo sea secreto, callado, inherentemente innombrable. ESO ES LO UNICO QUE LA HISTORIA PIDE.

6 comentarios:

Ariel dijo...

La verdadera herida mortal es la del narrador, que se desangra con cada historia.
No le queda otra opción que revivir contra todo verosímil, o se expone al verdadero final.
El terror al final es el verdadero motivo de toda historia. El final del narrador.

Ariel dijo...

Casualmente, ayer leía en el blog de Wheddon que el final de Buffy fue elegido uno de los mejores finales de serie de TV.
No tengo los links a mano, pero creo que el blog se llama algo así como wheddonesque.

Ariel dijo...

Acá está:
http://whedonesque.com/
Y acá el link directo a la nota:
http://www.usatoday.com/life/television/news/2007-04-12-series-end-inside_N.htm

Unknown dijo...

?

Dede dijo...

Ariel, Tanks! El narrador es tal porque tiene antes que nada esa herida mortal, antes aun de ser persona. Aveces las historias viven sin narrador, aunque el narrador esté ahi, herido mortalmente. Sobre eso escribía, eso que ocurre. O intentaba escribir sobre eso.
Gracias por el dato de wheddon, voy a chequearlo.

Unknown dijo...

Cuál es principio y cuál final, en un mundo que no para de circular
Por cualquier parte entra un principio
Por cualquier parte un final
Y vuelve a empezar en cualquier parte
Cosas que empiezan y terminan de manera intermitente para no parar
Cosas que empiezan y nunca terminan
Otras simplemente
se prolongan
Abrigados en la esperanza de que van a terminar
Fin y principio
simbiosis de una misma fórmula